07/04/2016

Una reflexión desesperada


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Manuel Comesaña

Tras los atentados de París y más de una centena de muertos y heridos inocentes en sus calles es difícil no dejar de pensar en el luto y el dolor que nos provoca esta barbarie sin sentido en un mundo que queremos pensar civilizado. 
 
 
Pero si recobramos la calma y la sobriedad analítica de estos sucesos, tenemos que acudir inmediatamente a la reflexión de las causas, las circunstancias que rodean a un gran número de personas de otras partes del mundo, los “juegos de tronos” con los que alegremente juegan los grandes estados del “primer mundo”, los intereses económicos manejados por invisibles personajes de oscuras intenciones y ningún escrúpulo o por qué se criminaliza a algunos países y se protege a otros donde la injusticia y el fanatismo aleccionado campan a sus anchas con el respaldo internacional, y deberíamos seguir en estos pensamientos pues si no afrontamos los hechos y las consecuencias con pragmatismo y sin hipocresías no seremos nunca capaces de encontrar una solución responsable y justa. 
 

Es un tema delicado para posicionarse, pues en estos terribles momentos el “estómago” suele imponerse a la razón y el buen juicio. Por eso necesitamos que los líderes tengan la suficiente sangre fría y la mente sosegada y lúcida para no dejarse llevar por los instintos más básicos de venganza indiscriminada y violencia del “ojo por ojo y diente por diente”. Si no se es capaz de esto, las reacciones automáticas e irreflexivas nos pueden llevar a toda la población a una III Guerra Mundial abierta y de impredecibles consecuencias para todos y todas. Nos pueden llevar a olvidar que todas las vidas tienen el mismo valor, estén donde estén y provengan de donde provengan; que las matanzas y los crímenes suceden en todas partes del mundo día tras día, tanto en Europa, el mundo árabe, como en oriente medio, África o Estados Unidos. De hecho, lo olvidamos con frecuencia y sólo nos conmovemos ante imágenes o testimonios puntuales que pronto dejan de ser noticia y pasamos la página a nuestras propias preocupaciones cotidianas.

Este es nuestro mundo. Esta es la realidad de nuestra Humanidad insensata y suicida. No podemos volver la cara a todo lo que sucede a nuestro alrededor, ni ser parciales en nuestros juicios. Cambiar esta realidad debería ser nuestra prioridad y no hace falta hacer grandes eventos ni acciones heroicas, podemos influir en este cambio con pequeñas aportaciones en el mundo pequeño que nos rodea, en nuestra casa, con nuestros hijos e hijas, exponiendo otros argumentos que no sean la respuesta violenta, aunque  tengamos que vencer a nuestros propios impulsos primitivos. Sé que no siempre lo conseguiremos, pues al fin y al cabo  todos estamos hechos del mismo “barro”, pero a pesar de que fallemos más de una vez, este debería ser nuestro objetivo y quizás, algún día en el futuro, podamos mirarnos a la cara como Humanidad y reconocernos diferentes, pero iguales y en paz.

Descansen en paz todas las personas inocentes que mueren a todas horas en todas las partes del mundo.

 

Manuel Comesaña Romero