¿Quién está seguro aquí?
Publicado el 12/02/2011
¿Tiene usted una casa en Sanlúcar? ¿Un negocio legal del que vive honradamente? ¿Un local? ¿Un taller? Pues no piense que es suyo. Pues no se sienta seguro. El ayuntamiento le puede dejar sin ellos, el ayuntamiento, sin un fin claramente social, incluso con la intención de beneficiar a otro particular más poderoso, le puede desahuciar, le puede expropiar dejándole en la calle, dejándole sin trabajo, dejándole sin negocio y dejándole sin su hogar. Y todo ello, no se extrañe, a precio de saldo.
Remitámonos a los hechos:
Este actual ayuntamiento elegido democráticamente por sufragio soberano, los miembros de este ayuntamiento que supuestamente tendrían que estar al servicio de los que les han elegido, pueden actuar, sin embargo, como antiguos caciques y dueños de nuestras vidas y nuestras propiedades.
En un pleno reciente se ha decidido definitivamente, amparándose en estrategias que privan al ciudadano de permanecer en su propiedad hasta que judicialmente se decida, la expropiación y la “expulsión” de sus casas, talleres y negocios de unos honrados y trabajadores vecinos de esta ciudad. La manzana que colinda con el Quinto Centenario y con la denominada Casa de Arizón será derruida con el saldo siguiente: tres ancianos serán privados de su vivienda y “arrojados” a la calle con una crueldad y una falta de humanidad pavorosas. El bodegón “El Rengue”, le será despojado a su propietario y los dueños de ese negocio y trabajadores pasarán a aumentar el número de la listas de parados por la ridícula cantidad de 4.000 euros p/p después de 28 años de explotación del negocio; lo mismo ocurrirá con el taller de cerrajería ubicado en la manzana, y el dueño y trabajador de ese negocio, después de más de 50 años, será tratado de igual forma. Del mismo modo el resto de los locales de la manzana serán expropiados y, a cambio, sus propietarios recibirán cantidades de saldo que nada tienen que ver con el mercado oficial.
Esto puede pasar en Sanlúcar. Nadie está libre del terror.
Y a la costumbre y usanza de tiempos peores, a estos demócratas soberanos no les ha temblado el pulso para firmar la sentencia.