Otra vez el puto Halloween
Publicado el 02/11/2013
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Luis Enrique Ibáñez
"Mientras los contenedores de basura siguen siendo el cálido punto de reunión de miles de españoles, las calabazas, los disfraces absurdos y otras estupideces incomprensibles, se convertirán en testigos humillantes de la miseria de todos, la real y la cultura...
...Porque somos sujetos hechos de palabra, vestidos de relatos, alimentados de Historia que quiere serlo, aunque sea para pedirnos que la cambiemos
... Y vamos aceptando Halloween como aceptamos, sumisos y esclavos, todo lo demás, todo lo que nos están haciendo, los de fuera y los de aquí... ... Hoy... la orgullosa cabeza de Don Juan Tenorio es sustituida por una estúpida calabaza.
Estados Unidos no solo nos espía, también nos invade. Hoy, al igual que Obama lo hará en la Casa Blanca, también nuestros hijos, nuestros jóvenes, verbalizarán, como muñecos programados, esa sandez de "¿truco o trato?". Hoy es día 31 de octubre. Y mientras nuestro títere, nuestro presidente de Gobierno, agacha la cabeza (y nos la agacha a todos) cuando descubre que él y sus conciudadanos, nosotros, hemos sido espiados por el Imperio, la orgullosa cabeza de Don Juan Tenorio es sustituida por una estúpida calabaza, mientras el fantasma de la piedra, pariente de honor de Hamlet, huye despavorido de esos vacíos cementerios españoles, abandonados en favor de infinitos escaparates artificiales que nos hablan, sin palabras, de lo que nosotros no somos, de lo que estamos dejando de ser, de cómo somos vaciados para obedecer al instante, sin voluntad, la voz de los Amos. Mientras los contenedores de basura siguen siendo el cálido punto de reunión de miles de españoles, las calabazas, los disfraces absurdos y otras estupideces incomprensibles, se convertirán en testigos humillantes de la miseria de todos, la real y la cultural. ¿Dónde está la Santa Compaña? Desde aquí la reclamo para que barra de nuestras calles la basura de Halloween. Hoy, en Andalucía, ya sabemos que los presupuestos del próximo año van a seguir arrastrándonos, si no matándonos. Hoy lo sabemos, sí, aunque algunos pretendan hacernos creer que han conseguido parar la sangría, que nos están protegiendo. Incluso parecen insinuar que les demos las gracias por estar vivos, que otros no pueden decir lo mismo. Es el concepto de pecado y de arrepentimiento el que quieren incrustar en nuestro maltratado cerebro. Y a fe que lo están consiguiendo. Ellos son los verdaderos monstruos de Halloween, los que nos ponen a jugar a las casitas de otros, mientras nuestras vidas, nuestra cultura, desaparecen, ultrajadas, por el desagüe de nuestra historia. ¿Qué coño es eso de truco o trato? Y si quieren que pensemos en pecado, en arrepentimiento, hagámoslo, pero, eso sí, abrazando el espíritu rebelde y maltrecho de Don Juan,
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"Por donde quiera que fui,
la razón atropellé
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la virtud escarnecí,
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a la justicia burlé
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y a las mujeres vendí.
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Yo a las cabañas bajé,
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yo a los palacios subí,
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yo los claustros escalé
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y en todas partes dejé
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memoria amarga de mí."
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Hasta los profesores de Inglés, buenos profesores, aceptan (al parecer ¿no tienen? otro remedio), la tontería de Halloween -estoy harto de escribir este palabro-, que incluso viene respaldada, protegida, avalada, por las programaciones legales de esa asignatura.
Y, sin embargo, hoy la espada Don Juan Tenorio debería estar blandiendo el aire, amenazante, en todas las plazas de España.
Las colonizaciones, las invasiones, no solo se hacen con tanques, con ejércitos, sino que también se ejecutan suplantando la personalidad cultural de un territorio, de una sociedad, por la de otro exterior, ajeno y dominante. No somos defensores de ninguna esencia patria, en absoluto, pero tampoco lo somos de otras esencias que de forma callada y continua se introducen en nuestros hábitos (sobre todo en los de los niños, los adolescentes, siempre los más vulnerables), en nuestras actitudes, hasta hacernos vestir, pensar, y defender lo que en principio nada tiene que ver con nosotros.
Lo que sí somos es defensores del patrimonio, de las tradiciones, de esas tradiciones literarias que, como mágicas aguas submarinas, quieren seguir regando amablemente nuestro suelo cultural, esa base que no es inmutable, pero en la que hay que reconocerse para poder cambiar.
Muchas veces podemos observar que hasta ya hablamos de forma ridícula: atiborramos nuestro decir de préstamos innecesarios hasta convertir nuestro discurso en un monstruo de Frankestein, apenas reconocible (Acerca de los préstamos, Julio Llamazares y Benito J. Feijoo), y que tampoco asusta, como tampoco asustan los vergonzantes disfraces que hoy vamos a ver.
Vergonzantes disfraces que están inspirados, de forma infantil, en esos personajes insulsos que habitan las penosas películas de terror adolescente, paridas sin ton ni son por el cine norteamericano, un cine que, por supuesto, también nos ha regalado las mejores joyas que lucen en la cima del séptimo arte. Pero, claro, al ser tan enorme su capacidad de producción, todo le cabe y todo lo escupe. Preferiríamos, en caso de ser infectados, serlo por John Ford, por Las uvas de la ira, para entender dónde están los olvidados en la crisis-estafa de hoy, por Coppola, por El Padrino, y así comprender cómo funciona la mafia que nos gobierna, por Scorsese, de El Casino, y así entender la nueva esencia patria que ya está aquí, Eurovegas, por los Cohen, o por el Charles Laughton de "La noche del cazador", para discernir de nuevo entre el Bien y el Mal, para volver a saber que los monstruos sí existen, para grabar eterna la idea de que los niños son lo primero. Y no tener que contemplar, atados, cómo nuestros adolescentes son narcotizados por Halloween, "Sé lo que hicisteis el último verano", Freddy Krueger... y tantas otras sandeces infumables.
Hoy muchos de nuestros alumnos conocen mejor cómo es el corazón de una hamburgesa que cómo suena, por ejemplo, el canto sublime, imposible, de esos peces que viven ahí, al lado de sus casas, en sus sueños. No se trata de imponer normas, leyes (ya otros lo hacen por nosotros), pero sí, quizá, de lanzar bengalas de resistencia que alumbren nuestros recuerdos, esos que parecen condenados a vagar sin rumbo en la lontananza de los horizontes perdidos.
Estamos (todos, y en todos los órdenes) inmersos en un manipulador proceso de regresión. Un proceso que, también en el ámbito de lo político, pretende regresarnos a un estadio infantil en el que nuestra capacidad de discernimiento sea reducida, y así poder ser instalados, por otros, en una nueva condición de esclavitud moderna.
Todos los que somos un poco mayores (un poco solo) recordamos con gusto aquellas noches de difuntos en las que, como en un rito sagrado, nos sentábamos con nuestros padres para ver en la televisión alguna versión maravillosa de "Don Juan Tenorio", en Estudio 1..
Hoy, sin embargo, esas calabazas y disfraces sin fuste invadirán nuestras calles, y nuestros oídos serán agredidos cruelmente por ese estúpido "truco o trato" cuando lo que en realidad desearían es reconocerse en otras palabras, en otros símbolos, en otros códigos, aquellos que siempre nos han armado como sujetos reales, como sujetos que piensan, sujetos autónomos que arman su condición de ciudadanos, partiendo de sí mismos, de su historia. Porque somos sujetos hechos de palabra, vestidos de relatos, alimentados de Historia que quiere serlo, aunque sea para pedirnos que la cambiemos. Para pedirnos que no nos traguemos todo lo que nos escupan, ya sea un desahucio, un despido, un ERE, o esta vergonzante asimilación del vómito americano. Y vamos aceptando Halloween como aceptamos, sumisos y esclavos, todo lo demás, todo lo que nos están haciendo, los de fuera y los de aquí. Dimitiendo hasta de nosotros mismos, de lo que somos, y de lo que merecemos... y es que todo tiene que ver con todo. Disfrutemos recordando, porque ¿cómo era aquello que decía J. Lacan, "uno se cura porque recuerda", o "uno recuerda porque se cura"? Recordemos, pues. Don Juan llama a la puerta, vamos a abrírsela y el aroma de lo que es auténtico, de lo que es verdad, nos protegerá, generoso, en este día de pérdidas.
Luis Enrique Ibáñez