Algo más que máscaras
Publicado el 02/05/2014
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Juan de Dios Regordán
Caminar cada día hacia adelante, intentando vivir intensamente, es apasionante tarea. Pero tenemos el peligro de padecer algo de ceguera y ver a las personas como árboles que se mueven a nuestro alrededor.
Y es verdad... muchas veces a la gente la vemos como árboles sin fisonomía, máscaras extravagantes que unas ríen y otras lloran. Son como bosques de máscaras que grotescamente danzan a nuestro alrededor sin que captemos la realidad de su interior profundo. Las vemos junto a nosotros, pero sin alma, sin vida, sin personalidad, unas veces gritan y molestan y otras nos hacen silencio. Hemos aprendido a distinguir a las personas por su forma de vestir, por el espiral de humo de sus cigarrillos o por la primera impresión que nos inspiran. Pero el interior queda lejos.
Detrás de la sonrisa del rostro de cada chica o chico, que nos atiende en un supermercado o tienda, hay un ser humano cargado de preocupaciones y de vida, de ilusiones y, a veces, de aspiraciones truncadas. El mundo laboral ha cambiado mucho. Para analizar la nueva realidad del mundo laboral nada mejor que mostrar la vida y la experiencia de personas concretas. En sus rostros no se reflejan sus sentimientos, sus deseos y desengaños. Pero su interior habla de lo que se vive en los ambientes de trabajo, de los avances tecnológicos y de los retrocesos humanos, de la precariedad en el empleo, del paro, de todo lo relacionado con sus vidas.
Dentro del sector Servicio, las Grandes Superficies Comerciales están empleando a gran número de personas. No obstante, hay que mostrar la realidad de lo que hay detrás de esas cifras de empleos..La palabra trabajador/trabajadora se difumina con eufemismos como “fuerza humana de la empresa”, aunque, en realidad, es una constante para controlar los gastos y su expresión más suave “reducción de gastos laborales”, Pero, ¿cómo se consigue reducir gastos? A través de la precariedad en el empleo y la subcontratación. Y esta realidad está encarnada en personas concretas, en su mayor parte mujeres jóvenes. Son esas chicas que nos sonríen olvidando, por momentos, su preocupación. Es el nuevo rostro de los sectores más débiles del mundo obrero.
Más de la mitad de este personal tiene contrato eventual. Y muchos de estos se hacen para fechas concretas, incluso a través de empresas de trabajo temporal para fines de semana o a horas puntuales. Los contratos sólo se suelen renovar para cubrir vacantes o bajas. Una persona, con contrato eventual, puede llegar a acumular un año de trabajo, pero, como la contratación es para períodos muy cortos, para acumularlo tienen que pasar varios años al estar siendo constantemente contratadas y despedidas. Empresas de este tipo sólo hacen fija cada año a una o a dos personas. Pero alcanzar la categoría de “fijo” es algo extraordinario ya que no favorecen las jornadas partidas, horarios semanales diferentes, se trabajan más o menos horas y siempre a disposición de las necesidades del servicio.
Otros son contratados por las propias distribuidoras para reponer sus productos; trabajadores externos sin derecho a usar los espacios de servicios. Por otra parte, los externos, padecen todavía una mayor precariedad y son fácilmente identificables en los centros de trabajo .No llevan uniforme, pero sí una tarjeta para fichar y un peto bien llamativo que les distinguen claramente.
La situación de estas personas dista mucho del concepto humano del trabajo, que dignifique a quiénes lo realicen y les aporte salario suficiente para atender justamente las necesidades de las familias, paso previo hacia la participación en los beneficios y en la gestión de la misma empresa.
Juan de Dios Regordán Domínguez