No es país para indignados
Publicado el 01/06/2014
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Luis Enrique Ibáñez
No es país para indignados, ni de coña, este es un país para agachar la cabeza, y para tragar, para que no sepamos qué hacer, dónde luchar, cómo acabar con la ignominia. Parece un país esclavizado, sí, estúpido, un país tan entretenido con la infoxicación que sus habitantes pueden simultáneamente escuchar al bobo de Iniesta decir que "las protestas en Brasil parecen raras... deberían festejar" (Iniesta: espero que el mundial se desarrolle con normalidad), al mismo tiempo que bostezan cuando se enteran que directivos banqueros no entran en la cárcel después de haberse llevado millones de euros de los ahorradores, de los contribuyentes, mafiosos que se permiten el lujo, consentido por las instituciones llamadas democráticas, de no responder, arrogantes ellos, protegidos ellos, a las preguntas que un representante de la ciudadanía -de los pocos que al parecer quedan- pone sobre la mesa, cual abogado imposible interrogando al Al Capone que nunca se fue (David Fernández interroga a la mafia).
Y al mismo tiempo miran para otro lado cuando se enteran de que dos miembros del 15-M van a entrar en prisión por defender la dignidad de todos los españoles, por alzar su voz y sus cuerpos contra la injusticia, por actuar, por hablar, por ser ciudadanos, por creer, por vivir en el ágora, por pensar que se puede ser miembro de una comunidad que quiere rescatar la democracia.
Tenemos lo que nos merecemos.
Ramón Blesa, tomando el aire, cientos de políticos corruptos -no es demagogia, es la verdad- indultados, recolocados en esas empresas, en esos bancos, en esos mercados, y, también, presentes en las listas electorales de esos grandes partidos, de esos nunca bien ponderados guardianes de la democracia, de esos actores y protectores de la estafa, ¿qué le pasa a la gente, qué más tiene que pasar?
Muchos ciudadanos de este maldito país siguen suicidándose, muchas personas, que todos conocemos, no salen a la calle, ni responden al cartero, porque tienen vergüenza de ser unos parias, hasta se creen culpables, hasta bajan la mirada, mientras los blesas y los botines nos escupen en la cara, mientras los insoportables gurús de los mass media nos insultan con su su arrogante estupidez... mientras dormimos, mientras el empleado de los mercados, siempre, Felipe González, se ríe de nosotros, mientras el plasma de Rajoy calla para otorgar, para validar la realidad, para besar, dócil, los pornográficos mensajes de esos que lo sostienen.
¿Y qué hacemos nosotros? Nada... sólo vivir encabronados, resistiendo ciegos la tortura. Si seguimos así, no podremos sostener la mirada de nuestros hijos.
Mientras dos ciudadanos, Carmen y Carlos, dos ciudadanos que creyeron en la palabra, en el valor de la acción, se derriten en la condena, ¿de qué hablamos, de qué?
Entraré en Granada, dijo Alberti, entraré en Granada.
Hoy todos somos Carmen y Carlos, hoy todos somos Granada, hoy sólo podemos estar allí. No podemos permitir que se sientan solos.
Hoy todos somos Carmen y Carlos.
Vayamos a Granada.
Luis Enrique Ibáñez