09/07/2016

Selectividad


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Roberto Macedonio
Todos superamos pruebas, todos pasamos obstáculos. Siempre parece que nos están preparando para ello, desde un sencillo examen, hasta unas oposiciones. Si apruebas, eres bueno, si no, no vales. Vas avanzando, pasando cursos, como si hubiera una meta, como si se tratara de llegar a un nivel máximo de conocimiento tras del cual no hay nada más que conocer. No hace falta que diga que no somos capaces de llegar a una platónica  idea de bien, o a conocerlo todo, como quieran llamarlo. Pero debemos asumir que el estudio es algo constante. Puede que acabe nuestra vida de estudiantes como la execrable sociedad occidental la concibe, pero el estudio es eterno, alegrémonos de ello.

 

                Miles de alumnos de toda España nos hemos presentado a la selectividad este mes. Dejando nuestro futuro escrito en esos grandes folios que doblamos bajo el colosal deseo de que aquello que hemos grabado en ellos, con esa temblorosa caligrafía a causa de los nervios, sea correcto. En ese momento te acuerdas de tus compañeros de clase, esperando, en el mejor de los casos, que lo hayan hecho tan bien como tú. O esperando, en el peor de los casos, que lo hayan hecho mucho mejor que tú. Recuerdas a tus profesores, quienes con tanto esfuerzo se han preocupado, algunos más que otros, por que todo salga como es debido en tal importante día. Recuerdas esas dos semanas previas a los decisivos exámenes estudiando, recuerdas que deberías haber estudiado más de aquello, y menos de lo otro. Pero sobre todo te acuerdas de ti mismo, de lo que quieres ser, de lo que esperan que seas. Estamos sometidos a una presión incalculable, “no olvides el DNI, no olvides la tarjeta de selectividad, no olvides tu bolígrafo de la suerte”. Pero sobre todo no olvides la cabeza, porque si la olvidas no cumplirás tus sueños, no llegarás lejos. ¿Pero qué es llegar lejos?, ¿conseguir la máxima nota en selectividad?, llegar lejos es ser feliz, y parece que para ello tenemos que sacar la máxima nota en selectividad. Lo que está claro es que llegar lejos no significa acabar dirigiendo a un equipo en lugar de recibiendo las ordenes. Pero si en esa eterna hora y media de examen no escribes lo que debieras, olvídate de ser lo que desde pequeño has soñado. Parece que nos jugamos la vida esos tres días, parece, de hecho, que cuando has terminado todo este periodo, vuelves a nacer, o empiezas a vivir de nuevo como si hubieras resucitado.

 

                Sería precioso cambiar nuestra perspectiva frente a este punto de inflexión en nuestras vidas. No es sino un consejo a las generaciones venideras que se presentarán a selectividad (no muchas, teniendo en cuenta que la incalificable política educativa del ministro instaurará la reválida en el año 2017). Tus notas son sólo números, que representan lo que a un experto le ha parecido tu nivel de conocimiento en aquel campo que éste domina a la perfección, y que tu deberías dominar. Quiero decir, asume que vas a aprobar selectividad, se consciente de ello, tómalo como un hecho. Los exámenes que llevas haciendo durante los nueve meses que dura el intenso curso de segundo de bachillerato no tienen menor dificultad que los que vas a hacer durante los tres días que dura la selectividad. Estás preparado, no hay margen de error. Lo triste es que estudiemos con el único objetivo de entrar en una carrera, que estudiemos forzados, sin querer saber lo que ocurrió en España en septiembre de 1868, sin querer conocer la geografía de nuestro país, o sin querer aprender la dichosa gramática inglesa. Ese es el problema, debemos estudiar por gusto, hay que querer estudiar. No querer hacerlo es la prueba del incorrecto sistema educativo con el que venimos creciendo. Se supone que el año que viene estudiaremos lo que nos gusta, porque nos gusta y porque queremos. Pero ya lo decía Maslow en su teoría económica de la empresa, la mayor productividad se consigue partiendo de la motivación al trabajador, y no querido Taylor, no se consigue partiendo de la exigencia. La suerte está echada, tan solo nos queda a los estudiantes esperar a que nos den las notas, a que nos den el reflejo cuantificado de nuestro esfuerzo y de nuestra motivación.
 
 
Roberto Macedonio


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