Presentación del libro: "Del Rojo al Negro: República, Guerra Civil y represión en El Gastor, 1931-1946"
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Mañana miércoles 3 de noviembre a las 19:00 horas se presenta en el salón del claustro de la Diputación Provincial de Cádiz el libro Del rojo al negro: República, Guerra Civil y represión en El Gastor, de Fernando Romero Romero y Pepa Zambrana Atienza. El proyecto de investigación y edición ha sido promovido por la Confederación General del Trabajo de Andalucía (CGT-A) y por la Asociación Andaluza Memoria Histórica y Justicia (AMHyJA) y ha contado con el patrocinio de la Consejería de Gobernación de la Junta de Andalucía y el Área de Memoria Histórica de la Diputación Provincial de Cádiz.
El libro ha sido prologado por Ángel del Río Sánchez y la producción editorial ha correspondido a Editorial Tréveris.
Prólogo
Introducción
I. Reformas y frustraciones
1. La República nació en abril
2. Un término minúsculo en el que no hay trabajo
3. Anarcosindicalistas contra socialistas
4. La República de derechas
5. Los anarquistas van a votar
6. Conflictividad social y política en 1936
7. Contra la Iglesia
II. Golpe y resistencia
1. Respuesta revolucionaria a la sublevación militar
2. Primera entrada de los sublevados
3. Los rojos merodean el pueblo
4. Accidente en Puerto Arenilla
5. El Gastor rojo
6. En Montecorto no quieren más fascistas
7. Emboscada en El Duende
8. Bombas y tiros en Las Columnas
III. Ocupación, represión y exilio
1. Llegan guardias civiles y falangistas
2. Venían matando a todos los obreros
3. A cada uno lo suyo
4. Camisas azules
5. La matanza de 1936
6. Muertos inexistentes: las víctimas del terror caliente
7. Represión económica
8. Huida y exilio en la España roja
IV. Represión por la Justicia Militar
1. Cualquier cosa que se diga de esta hiena es verdad
2. La guerra ha terminado, la represión continúa
3. Acusaciones, mentiras y medias verdades
4. Nadie se libra
5. Soldados rebeldes con antecedentes socialistas
6. El pasado de Diego Laureana
7. Las cuentas de Miguel Gamero
8. Presos y libertos
9. Encausados por la Justicia Militar
Prólogo
Ángel del Río Sánchez
Elogio de la historiografía local de la represión franquista
Una de las consecuencias más relevantes de la irrupción del fenómeno social de la memoria histórica en la última década, ha sido la proliferación de estudios sobre la Segunda República y la represión franquista a escala local. Hasta entonces éste era un campo poco abonado para la investigación. No existía un interés por parte de los historiadores —y de los responsables de las publicaciones, periódicas o extraordinarias, existentes en la mayoría de las localidades— por investigar y difundir la historia reciente salvo para rescatar algún personaje ilustre. De este modo, ha sido —y sigue siendo en buena medida— habitual encontrar entre los llamados eruditos locales (cronistas y estudiosos de diversa índole) a personas con buena información sobre temas relacionados con el patrimonio arqueológico, histórico-artístico y cultural del pueblo y, en cambio, con escasos conocimientos sobre uno de los períodos de mayor trascendencia de nuestro presente histórico. Parecía, cuando menos, chocante, que hubiera tanto vacío formal sobre la etapa de la Segunda República, siendo la primera experiencia democrática de nuestra historia; o sobre el Golpe de Estado fascista y la posterior y cruenta represión desencadenada que tantísimas secuelas, todavía hoy evidentes, han dejado en los pueblos de Andalucía.
Esta carencia historiográfica en el ámbito local obedecía, en buena medida, al escaso interés de la Academia por abordar este campo de estudio tan controvertido como incómodo. La represión franquista no existía hasta hace apenas unos años —salvo alguna excepción— como línea de investigación en los departamentos de historia contemporánea de las universidades de la Baja Andalucía. El conocimiento, pues, de esta realidad histórica permanecía inédito en la mayoría de nuestros pueblos y ciudades y, en todo caso, existía una memoria dispersa y clandestina sobre los trágicos acontecimientos del pasado. Digo bien, clandestina, porque la memoria de los vencidos sólo se cultivaba —y, en ocasiones, ni eso— en el interior del ámbito doméstico, sin trascender al espacio público y careciendo por completo de cualquier tipo de reconocimiento social. Era un tema tabú y el más claro exponente de cómo el franquismo había logrado amordazar a buena parte de la sociedad que siente miedo o se incomoda con la verdad histórica después de más de tres décadas de democracia.
Los primeros estudios sobre la represión fascista en la Baja Andalucía —mal llamados, en muchas ocasiones, de la guerra civil para un territorio que en su mayor parte no se vio afectado directamente por los frentes de guerra—, fueron obra de un puñado de voluntariosos historiadores —entre los que destacamos a Francisco Moreno, Francisco Espinosa y Juan Ortiz— que trabajaban por cuenta propia desde las décadas de 1980 y 1990 y que, a la postre, han ejercido una notable influencia sobre un amplio grupo de investigadores, erigiéndose, junto a otros, en los referentes intelectuales de un movimiento historiográfico local que se ha extendido con rapidez en los últimos años. Es cierto que no todos estos estudios son homologables en cuanto a rigor y profundidad analítica, pero hay que destacar en la gran mayoría de ellos tres efectos de indudable valor que muy brevemente detallamos:
En primer lugar, estos estudios suponen un aldabonazo para quebrar el tabú del silencio. Está más que demostrado el enorme impacto que tienen las monografías sobre esta etapa histórica en localidades de tamaño medio y pequeño. Las ediciones —de varios cientos e, incluso, miles de ejemplares— se agotan de inmediato circulando, más allá del pueblo, en los lejanos destinos de la emigración. A diferencia de otras actividades de memoria histórica que también han proliferado en los últimos tiempos, tales como jornadas, exposiciones y ciclos de películas y conferencias, que tienen una estructura fugaz y un alcance más limitado, los libros, en cambio, permanecen, generando, por primera vez, corrillos de discusión y círculos de debate público. La divulgación de estas obras favorece la acción de testimoniar de aquellas personas que se mostraban remisas a hacerlo. No en vano, con la historia local se abren los debates sobre las memorias familiares, profundizando, de este modo, en la propia identidad histórica y colectiva del pueblo. Lejos de alimentar falsas polémicas —las tan cacareadas de reabrir viejas heridas— y tal como ha venido sucediendo en las localidades donde ha aparecido una obra sobre su historia oculta y silenciada, lo habitual es que impere un debate normalizado que finalmente ha operado como factor determinante para implementar ciertos gestos de reparación hacia las víctimas que hasta el momento habían sido inexistentes (homenajes, placas, monumentos, monolitos, actos institucionales, etc.). En definitiva, la historia local de la represión no sólo recupera y pone en valor para el pueblo una parte de su pasado, sino que sitúa en la cotidianidad local de manera normalizada un debate hasta hace muy poco estigmatizado. En este sentido, supone un claro ejemplo de avance y profundización democrática. El rechazo a estas iniciativas, todavía presente en determinados ámbitos políticos y sociológicos locales, causa, cuando menos, perplejidad. Habría que preguntarse desde qué posiciones y planteamientos alguien se puede oponer al conocimiento y divulgación de la historia, por más trágica que ésta sea.
Otro efecto de indudable valor simbólico es la función como memorial que adquieren las monografías sobre la represión para los familiares de las víctimas. Una de las señas más definitorias de estas publicaciones es la incorporación de los listados rigurosamente elaborados con los nombres de las víctimas. Nombres de personas que, en muchos casos, aparecen por primera vez impresos en un papel después de décadas de desaparición forzosa, ya que no figuran en ningún registro oficial como fallecidos. Estos listados contemplan, más allá de los asesinados, los nombres de los represaliados por el franquismo en sus muy diversas variantes, convirtiéndose en verdaderas actas notariales para sus deudos. También, hoy día, es cada vez más usual la incorporación de retratos y pequeñas biografías que añaden un plus de emotividad y cercanía a su lectura. De repente, aparecen, para quedarse, aquellos fantasmas del pasado, aquellas personas anónimas e innombrables de las que apenas se sabía nada ni siquiera dentro de sus propios ámbitos familiares. Y muchas de estas víctimas aparecen con sus nombres, sus apellidos, sus apodos y hasta sus rostros demandando simbólicamente su existencia. En este sentido, estos libros acaban por convertirse en auténticos memoriales donde los nombres y los rostros recuperados adquieren una dimensión que supera, con mucho, la del mero dato estadístico. Los nombres aluden a víctimas concretas, cada una con sus ideas y sentimientos, revividos en sus familiares, reclamando con su presencia que se haga justicia a través de su rehabilitación social.
Y por último hay que destacar la enorme importancia que tienen estos estudios en la recomposición global del mapa de la represión franquista, cuyas cifras crecen a medida que avanzan las investigaciones locales. Sólo desde la perspectiva local es posible cuantificar con mayor precisión y rigurosidad el número total de víctimas que causó la represión. En buena parte de Andalucía, aquella que pronto quedó bajo el dominio de los sublevados, la inmensa mayoría de estas víctimas fueron del período comprendido entre julio de 1936 y febrero de 1937 —conocido como el de la represión caliente—, y definido por la aplicación del bando de guerra de turno que instaba al asesinato sin procedimiento judicial alguno. Este hecho provoca que las fuentes documentales escritas sean muy escasas. Las víctimas republicanas que, por diversos motivos, no lograron ser incluidas en los libros de fallecidos de los registros civiles por sus familiares y que suponen una mayoría del total —el caso de El Gastor es paradigmático—, quedaron reducidas a mera quimera durante todas estas décadas. Sus nombres han podido ser recuperados después de laboriosos trabajos de historia oral, en unos contextos locales de flagrante pérdida de la memoria colectiva debido a la odisea emigratoria que diezmó tantos pueblos de la Andalucía rural.
La monografía de Fernando Romero y Pepa Zambrana que el lector tiene en sus manos con el inequívoco título Del rojo al negro. República, Guerra Civil y represión en El Gastor (1931-1946) nos descubre a escala local la tragedia de la Andalucía de los años treinta y cuarenta. La que transita desde la esperanza que representa para la mayoría de la población trabajadora la Segunda República (del rojo), con sus reformas, frustraciones y anhelos, hasta llegar al golpe fascista con su inevitable extensión de la violencia (al negro). El Gastor, pequeño pueblo de la sierra de Cádiz, responde al modelo arquetípico de sociedad local andaluza fuertemente polarizada entre una clase terrateniente que detenta los signos de la distinción social y se afana por mantener un status quo que le privilegia y una masa de campesinos empobrecidos que abrazaron el ideario libertario con la esperanza de revertir el orden social de raíz para construir otro mundo posible con la igualdad como bandera. El precio que pagaron estos últimos por intentar llevar a efecto el sueño libertario queda plasmado en la feroz represión que dejó un saldo de más de setenta víctimas mortales identificadas, además de las muchas iniquidades y humillaciones que sufrió el pueblo vencido y de las que se da cuenta a lo largo de la obra.
El libro es, antes que nada, un ensayo histórico que combina el riguroso tratamiento de las fuentes con un profundo análisis, empleando, además, una prosa sencilla que facilita la lectura comprensiva para el gran público. Los autores ya han demostrado sobradamente su buen hacer con anterioridad en esta tarea: Pepa Zambrana con su entrañable y pionero libro Tiempos de sombras, donde a partir de la recogida de testimonios hace un sentido recorrido por la vida de El Gastor en los difíciles años de posguerra. Y Fernando Romero como historiador de cabecera en la provincia de Cádiz con una vasta obra sobre la República, guerra y represión que incluye acreditados estudios sobre Villamartín, Puerto Serrano, Alcalá del Valle, Rota, Torre Alháquime… Además, es sobradamente conocida su labor en el movimiento social de la memoria histórica, conformando con otros investigadores como José María García Márquez, José Luis Gutiérrez Molina, Arcángel Bedmar, Pura Sánchez y los citados Francisco Espinosa y Francisco Moreno una especie de escuela historiográfica en Andalucía cuyos pilares son, además de una brillante y honda capacidad analítica, la precisión metodológica —cualquier mínimo dato es contrastado con meticulosidad—; la firmeza terminológica que ha revolucionado el empleo de la propia nomenclatura al uso sobre esta etapa histórica, que nacía de los propios cimientos de la dictadura franquista y que era aceptada acríticamente incluso por buena parte de la propia comunidad científica; y un inquebrantable compromiso con la causa de las víctimas de la represión franquista. Hoy día no se podrían entender las políticas de la memoria en Andalucía sin el ascendiente ético e intelectual que ha tenido esta escuela sobre las instituciones y el movimiento memorialista.
La obra de Fernando y Pepa no pretende ser, en esencia, un libro de homenaje a las víctimas, pero pocas veces, como en este caso, el buen desempeño de la labor investigadora contribuye a la dignificación de su memoria. El desentrañamiento de la verdad histórica en El Gastor cuestiona una “historia oficial” recreada a base de silencios, mentiras y tergiversaciones que ha negado no sólo la posibilidad de reconocimiento a tantas personas que fueron represaliadas, sino hasta la propia “existencia” de algunos de los hijos e hijas del pueblo. Y, también, de las ideas y la organización libertaria y anarcosindicalista que un día fueron hegemónicas y que sólo pudieron aplastarse con el uso cruel y desmesurado de la violencia. Los gastoreños y las gastoreñas han de felicitarse, pues, por contar con una nueva obra que, sin duda, favorecerá el debate plural sobre la propia identidad histórica del pueblo y, sobre todo, permitirá rescatar como patrimonio colectivo los nombres y los rostros de aquellas personas que fueron represaliadas por anhelar un mundo diferente.
En todo este empeño, cuyo fruto más acabado, hasta el momento, es este libro, hay que felicitar a la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía y la Consejería de Justicia por apostar por esta investigación con estos investigadores. Al Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía de la CGT-A que con esta edición alcanza un impresionante currículo de extraordinarias investigaciones y publicaciones dispuestas para la trabajosa y necesaria tarea de la divulgación que tan magistralmente viene llevando a cabo durante toda esta última década. A la Diputación de Cádiz que con el apoyo a ediciones como la de este libro, entre una variada gama de acciones de gran calado, ha acabado por distinguirse como la institución oficial de Andalucía —junto a la Consejería de Justicia a través de su Comisariado— con mayor decisión y apuesta en materia de memoria histórica. Y a Pepa y a Fernando por contribuir con maestría y sensibilidad en la extensión del conocimiento histórico, imprescindible para valorar las enseñanzas del pasado a través de un pequeño pueblo de Andalucía, con aquellos hombres y mujeres, con sus organizaciones, sus ideas, sus aspiraciones, sus sufrimientos…
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